ATRACCIÓN HACIA JESÚS
“… Estaba Juan con dos de sus discípulos. Al ver que Jesús pasaba, dijo: Este es el cordero de Dios.” Al oír esto, los discípulos siguieron a Jesús. Jesús se vuelve y al ver que lo siguen les pregunta: “¿A quién buscan?”. Le contestaron: “Maestro, ¿Dónde vives?”. Jesús les dijo: “Vengan y vean”. Fueron y vieron dónde vivía. Eran como las cuatro de la tarde; y se quedaron con El el resto del día”. (S. Juan I, 35-39).
EL LLAMADO DE CRISTO
La vocación de los primeros discípulos muestra la atracción ejercida por la persona de Cristo. Los discípulos se ponen a seguir a Jesús sin haber sido expresamente invitados por Él. El Salvador no necesita decirles “Ven y Sígueme”, como lo dirá a otros. Su simple presencia es para los discípulos un llamado.
Se revela aquí un aspecto esencial de la vocación: es un llamado de Cristo. No es necesario que el llamamiento sea una invitación expresada con palabras: Basta que el Salvador atraiga a alguno en su seguimiento.
LLAMADO DEL AMOR DE JESÚS
Los discípulos pescaron al vuelo en Cristo su aspecto de amor: “Este es el Cordero de Dios”. El cordero es símbolo de dulzura, de mansedumbre. El precursor reconoció inmediatamente el rasgo fundamental de la persona de Jesús, y si los discípulos se ponen a seguir a este Maestro desconocido para ellos es que vieron en El algo que no encontraban en la misma manera en Juan Bautista
Notaron en el una bondad sorprendente, la expresión del amor de Dios que venía hacia los hombres. El Precursor se caracterizaba por la austeridad de su vida y la severidad de su predicación: Jesús se hacía notar por su amor manso y humilde.
Cristo atrae a los hombres como persona llena de bondad y de amor: la vocación viene del amor divino, del cual Jesús es el rostro humano más perfecto.
SABER LO QUE SE BUSCA
La pregunta de Jesús: “¿Qué buscan? ” obliga a los discípulos a reflexionar sobre el sentido de su búsqueda. Instintivamente siguieron a Jesús al que apenas conocían. Deberán tomar mucho más vivamente conciencia de lo que buscan al seguirlo. Para que su decisión sea más clara deben saber por qué quieren seguir los pasos del Maestro.
La vocación pide un conocimiento lúcido de lo que se busca, reflexionar sobre los motivos que se tienen para seguir a Cristo. No se puede limitar a una búsqueda instintiva; se debe ahondar y profundizar el sentido de lo que se hace.
ATRACCIÓN HACIA UNA INTIMIDAD PERSONAL.
“Maestro, ¿Dónde vives?” El lado admirable de la respuesta de los discípulos es que al dar a Jesús el título de Maestro le muestran el interés que tienen de escuchar su enseñanza, de llenarse de su doctrina. Al preguntarle: “¿Dónde vives? ” precisan que desean no solamente su doctrina sino la compañía personal de Cristo. Quieren estar donde Jesús vive.
Llamado de Jesús, la vocación tiende a procurar su compañía personal de Cristo. Los que son llamados están invitados a una intimidad personal con Cristo.
LA COMPAÑÍA DE CRISTO
“Vengan y vean”. Jesús responde, no por la indicación del lugar en donde vive, sino por el consejo de hacer la prueba. Como si dijera a sus discípulos: “Vengan para que aprecien lo que es vivir conmigo”. Los discípulos fueron con El y vieron por sí mismos lo que hacía y lo que era. Así se encaminaron para descubrir el verdadero rostro de Cristo.
En la vocación se encuentra el compromiso de hacer la prueba de la vida con Cristo, para descubrir así lo que es el Salvador. La personalidad de Jesús es un profundo misterio: se requiere entrar en su intimidad para conocerlo verdaderamente.
EL CAMINO CON ÉL.
“Fueron y vieron dónde vivía”. Los discípulos no se hacen repetir la invitación. Sentían demasiado que esta invitación respondía a su propia aspiración. Acompañaron inmediatamente a Jesús a su casa. Al principio se propusieron seguirlo; caminaban detrás de El con alguna timidez. Ahora caminaban con El, a su lado, escuchándole o hablándole. Cristo los tenía ya por amigos.
A los que escuchan el llamado de la vocación y le corresponden con plena voluntad, el Salvador les ofrece de inmediato su amistad: los invita a caminar con El, a su lado, y a recorrer así todo el camino de la vida humana.
EL DESEO DE PERMANECER CERCA DE JESÚS.
“Y se quedaron con El el resto del día” . Los discípulos comenzaron a gustar la felicidad de la intimidad con Cristo; desde que estuvieron con El en su casa tuvieron el deseo de quedarse. La prueba que hacían colmaba todos sus deseos: en Jesús encontraban todo lo que esperaban del Maestro de la vida, y mucho más. Empezaban a comprender el privilegio de poseer su presencia.
Los que, siguiendo el llamado de Dios, hacen la prueba de acompañar a Cristo, aspiran, como los dos primeros discípulos, a pertenecer con El, cerca de El, esta unión es la fuente mas segura de felicidad y da un valor muy superior a la existencia humana. Los que alcanzan quieren propagarla.
LA HORA DECISIVA
“Eran como las cuatro de la tarde”. El Santo Evangelio nos dice la hora del primer encuentro con Cristo: como las cuatro de la tarde. La indicación de la hora nos hace pensar la importancia que los primeros discípulos dieron a este encuentro: fue la hora capital de su vida, en la que se decidió toda su vida, todo su porvenir. Esta hora fue para los dos primeros discípulos, Juan y Andrés, su recuerdo más querido; una hora inolvidable.
El Espíritu Santo le atribuye una importancia mucho mayor, puesto que al inspirar la redacción del Evangelio, quiso que todos los lectores de san Juan conocieran esa hora.
En la historia de la vida humana en donde interviene la vocación, la hora del encuentro con Cristo es única.
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