Ser Religiosa



Ser religiosa es pertenecer a la misma estirpe de las primitivas vírgenes cristianas. Es haber mirado una vez fijamente a la Luz y ya no ver fuera de ella apenas otra cosa que tinieblas.


Ser religiosa es poseer un alma de precisión, un corazón de alta fidelidad. Es dar testimonio vivo contra tanto creyente que pretende trabajar en joyería espiritual con mentalidad y manos de un burdo herrero.

Ser religiosa es dejar a unos posibles hijos, perderse en el vacío bosque de la nada para casarse con Cristo en el Calvario, ese monte donde sólo se engendran almas. Es renunciar a tener una familia como propia con el único anhelo de que todos te llamen: ¡Madre!; de que todos te griten: ¡Hermana!


Ser religiosa es permanecer en constante radioescucha a la espera de cualquier angustioso "S. 0. S.". Es tener el deber de servir sin el derecho a esperar las gracias.

Ser religiosa es formar parte escogida de la reserva espiritual del mundo, es consagrar la vida a inyectar eficacia divina en obras puramente humanas; es, como dijo el Maestro, escoger sencillamente la mejor parte.



Ser religiosa es todo eso. Y por eso, agradezco a Dios la gracia de, además de ser mujer, ¡¡¡SER RELIGIOSA!!!


Texto del P. José Luis Martí, O.C.D.

Bienaventuranzas de la vida consagrada


Bienaventurados y felices…

Bienaventurados los consagrados que saben bien de Quién se han fiado y buscan apasionadamente a Dios sin tregua.

Bienaventurados los consagrados que buscando a Dios de corazón se han encontrado necesariamente con los pobres y se han dejado evangelizar por ellos.

Bienaventurados los consagrados que en un mundo dividido y crispado apuestan firmemente por la fraternidad y hacen del reino de Dios su preocupación primera como lo era la de Jesús.

Bienaventurados los consagrados que no renuncian a su libertad y mantienen en lato su dignidad sin dejarse condicionar por nada  ni por nadie que no sea la voluntad de Dios en sus vidas o el sufrimiento de los más pequeños.

Bienaventurados los consagrados que se convierten en testigos y quieren cada día mas dejar de ser maestros para ser discípulos siempre dispuestos a aprender de Jesús y a seguirle más de cerca.

Bienaventurados los consagrados que cultivan una espiritualidad encarnada y comprometida y no dan rodeos para llegar pronto al templo.

Bienaventurados los consagrados que han hecho de la comunión una autentica tarea y no desmayan tendiendo puentes y trazando caminos.

Bienaventurados los consagrados que no insisten en el “estado de perfección” y en la “fuga mundi” sino que han decidido construir en la vida, en la calle y entre la gente su mejor santuario, porque tienen vocación samaritana.

Bienaventurados los consagrados que se saben convocados al presente, a este día que tiene su propio afán  y no viven empeñados en mirar al pasado y en descalificar permanentemente la modernidad.

Bienaventurados los consagrados que quieren participar gozosamente en el concierto divino que anuncia la justicia para todos, la paz y la integridad de la creación.

Bienaventurados los consagrados que quieren hacer de su opción vital un camino de austeridad y sencillez para denunciar el consumismo enfermizo que nos despoja de nuestra condición de personas y la vergonzosa desigualdad que exhibe este pequeño planeta llamado tierra.

Bienaventurados los consagrados que hacen de sus carismas una mano tendida en nombre de Dios a la humanidad y saben decir sí y no, desde un discernimiento compartido.

Bienaventurados los laicos que caminan con nosotros, unidos a nosotros y comparten con el mismo empeño este sueño de fraternidad.
Porque ellos verán a Dios.




Historia de la vida religiosa

Historia de la vida religiosa
Introducción:

La vida religiosa es un intento de pasar la vida tal como la vivió Jesús. Ni es una ideología, ni fanatismo sino que seguimos a una persona.

A Jesús se le ha seguido en solitario o en comunidad.
Los primeros que se dedicaron a la vida religiosa fueron los llamados solitarios. Así surge el MONACATO: movimiento de personas que siguieron su vida "solitariamente" en el desierto. Eran personas que descubrieron que en silencio y soledad podían vivir como auténticos cristianos. El monje se encontraba en el pueblo con el corazón dividido en el placer, el tener y el poder, con lo que decide marcharse al desierto para unificar el corazón. Viviendo la castidad, la pobreza y la obediencia a imitación de Cristo. Así surgieron los votos religiosos y el silencio es una ayuda más para vencer la batalla.

Así vamos a ver como avanzó la vida religiosa en la historia, como el espíritu llamó a ciertas personas a vivir de una manera particular el evangelio y unificar su corazón.
Estas personas descubrieron que estando en sus casas tenían el corazón dividido, en guerra constante por conseguir el poder, el placer y el tener. Así vieron en Jesús el modelo con el que se identificaron para unificar su corazón mediante: la obediencia de Cristo al Padre, el Cristo pobre hasta dar la vida y el Cristo casto al igual que su madre la Virgen María.
Todo ello les movió a buscar a Cristo en el silencio y la soledad del desierto.

Pero esto sólo fue el inicio de una forma de vida apasionada por Cristo, todo lo demás se lo que os pretendo mostrar en esta breve historia de la vida religiosa. Así el Espíritu santo fue espontáneamente suscitando la formación de diversos grupos a través de la figura del fundador, cuyo carisma ha quedado plasmado en la regla de vida de cada orden religiosa.

Os invito adentraros conmigo en un estilo de vida apasionante y tremendamente variado de vivir la fe:
Vamos a dividir la história en tres partes, a las que se accede pinchando en la celda con el nombre correspondiente:
a) MONACATO HASTA EL s X
b) DEL s X AL s XV
c) DEL s XV A NUESTROS DÍA


Bibliografía: Historia de la vida religiosa Jesús Álvarez Gómez, c.m.f. Publicaciones Claretianas, Madrid

“Dios nos llama y nos ilumina”:

Ése es el título que lleva la lectura apostólica del segundo domingo de Cuaresma. Y me ha parecido que, en su sencillez, da unidad a la celebración eucarística de este día: vocación de Abrahán,transfiguración de Jesús, llamada de la comunidad creyente a una vida santa, y comunión con nuestro Salvador, “que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal”. ¡Dios nos llama y nos ilumina!

Considera la llamada. “El Señor dijo a Abrahán: _Sal de tu tierra y de la casa de tu padre”. La fe, obediencia a la palabra de Dios, libera al hombre de ataduras, incluso de las que pudieran parecer por naturales las más fuertes, como son la propia tierra y la casa familiar. Esa libertad es necesaria para que el hombre pueda ir “a la tierra que el Señor le mostrará”.
Has oído de Abrahán que “marchó, como le había dicho el Señor”. Y conoces también el camino de Cristo Jesús, “el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres”.
Creer, salir, servir… no es pérdida sino ganancia, no es necedad sino sabiduría, no es un camino de muerte sino de vida. Te lo dice la promesa que acompaña a la llamada: “Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré… con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo”. Abrahán creyó lo que había oído, esperó lo que había creído, caminó hacia lo que esperaba, aunque no pudo conocer el tesoro de luz que el amor de Dios había encerrado en las palabras de la promesa. Lo que él no conoció, tú lo puedes contemplar en la montaña de la transfiguración. Admira, Iglesia de Cristo, la herencia reservada a la fe: “Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. Contempla y admira la luz del Resucitado, pues ésa que ves es la luz de tu resurrección.
Con todo, no te contentes con ver, como pretendía el apóstol Pedro, pues el sentido más luminoso de la promesa hecha a Abrahán y a ti, lo que tú nunca podrías imaginar, sospechar o soñar, se encierra en lo que se te ha concedido oír: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle”. La promesa que se hace a la fe es el Hijo de Dios, es Cristo Jesús, es la Palabra de Dios entregada, es su Palabra encarnada.
No desdeñes admirar la luz que un día ha de ser tu vestido.
Pero más deseable para ti es escuchar al amado, al predilecto, a tu Señor. Escúchalo creyendo y comulgando. Escucha su voz en la voz de tu asamblea, escúchala en el misterio de la palabra proclamada, en el misterio de la eucaristía celebrada y recibida, en el misterio de los pobres que son el cuerpo sufriente de tu Señor.
Escucha, y baja de la montaña: lo que has visto bajará contigo a los caminos de la vida.



S.Agrelo. Arzobispo de Tánger

¿Qué es la vocación?



Todos tenemos una vocación en este mundo, estamos en él para algo y este algo está dentro del plan de Dios, que nos ha llamado a la vida y que espera de cada uno de nosotros una respuesta libre y generosa.


En primer lugar, Dios nos llama a ser sus hijos. Es una constante invitación a vivir en la dinámica de la conversión, de modo que podamos vivir en comunión con Dios y en comunión con nuestros hermanos. Y es en esa comunión que  Dios nos llama a cada uno a descubrir un proyecto personal que está inmerso en el Proyecto del Reino, en el que toda la humanidad tiene una misión y al que toda la humanidad ha de responder.

Para el creyente,  la vocación específica se puede comprender como el particular camino de Cristo que cada persona emprende. Son muchos los caminos que llevan a la misma meta: ser otro Jesús. Es obra del Espíritu en la variedad de formas. Él construye la Iglesia como una comunión orgánica en la diversidad de vocaciones, (vocaciones a la vida laical, al ministerio ordenado y a la vida consagrada).


Dios llama y espera una respuesta. 


En el respeto a la libertad que Él mismo nos ha dado, espera una respuesta libre: (¿Si quieres ser mi discípulo...."). La decisión es tuya.

Dios acogiendo tu respuesta libre, te regala una misión para construir con ella tu felicidad y la de tus hermanos. Es decir para construir su Reino de verdad, de justicia y de amor..




¿VOCACION RELIGIOSA?

             
La Vida Religiosa “es un don de Dios"


Si Dios te llama a la Vida Religiosa, quiere decir que:



                - Estás llamado a vivir centrado en Jesús, quien vivió un amor de exclusividad al Padre y de universalidad a los hombres de todos los tiempos,  Es ir contracorriente en este mundo que te invita al placer por el placer, al hedonismo, a vivir centrado en ti mismo.


                - Estás llamado a tener como única riqueza a Cristo y  a perder tu vida por el Reino. Perderla al sonreír por dar amor y recibirlo gratuitamente. Es ir contracorriente en este mundo que te invita al consumismo.


                - Estás llamado a hacer del Proyecto del Padre tu propio proyecto de vida, acoger su verdad y ser libre y hacer la voluntad de Dios en ti y en tus hermanos.  Es ir contracorriente en este mundo que te invita a buscar el poder, a hacer lo que a ti “se te antoja”, a vivir sin sentido.


                - Estás llamado a vivir en comunidad de hermanos, construyendo con ellos una  fraternidad, centrada únicamente en Jesús. Es ir contracorriente en este mundo que te invita al individualismo y aislamiento.


                - Estás llamado a asumir una misión con el carisma concreto de una congregación.  “Con la profesión de unos votos que hacen presente los rasgos característicos de Jesús —casto, pobre y obediente— y, a través de ellos, la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en la vida eterna” (Vita consecrata)


            ¿Cómo encontrar tu lugar dentro de la inmensa variedad de ordenes, congregaciones...? Donde el Señor haga vibrar tu corazón hasta lo más hondo, en donde tus sueños sean los mismos que los de ellos. No hay certezas, se vive de fe.





Si Dios te llama a ser religioso o religiosa...

¿querrás responder?





Algunos Signos que te pueden ayudarte

  • - Cuando el servicio a los demás comienza a ser algo muy  importante en tu vida.


  • - Cuando el  servicio pastoral que prestas en tu Parroquia, comienza a llenar tu corazón.


  • - Cuando la figura de algún  religioso o religiosa te atrae y comienza a rondarte la idea de que podrías ser como él o como ella.


  • - Cuando la Eucaristía y la oración comienzan a ser una necesidad  y necesitas encontrarte a solas y en intimidad con el Señor.


  • - Cuando sientes la inquietud de vivir tu vida mas conforme al evangelio, y la necesidad de consagrarte y comunicar esa vivencia a los demás
  



                
 

La Vocación religiosa

  • A. ¿Qué es la vocación?
  • B. ¿Cómo es la vocación?
A. ¿QUÉ ES LA VOCACIÓN?

1. ¿Qué es la vocación? Es una llamada de Dios para una tarea que abarca la vida entera.
 
2. Ejemplos de vocaciones. Citemos dos entre muchas posibles:
  • Vocación religiosa. En bastantes casos se puede definir como llamada divina destinada a manifestar al mundo la banalidad de lo terreno, elevando las miradas hacia el más allá. Implica un apartamiento de lo mundano para dedicarse principalmente a la oración.
  • Vocación sacerdotal: llamada divina destinada a participar del sacerdocio de Jesucristo administrando los Sacramentos y predicando su doctrina.
3. ¿La vocación incluye el celibato? El celibato es un tesoro incluido en muchas vocaciones.
 
4. ¿La vocación es un honor o una responsabilidad? Las dos cosas. Es un honor inmenso ser elegido por Dios, y lógicamente este gran tesoro exige cumplir fielmente la tarea encomendada. El Señor ayuda con sus dones.
 
5. ¿Una persona corriente puede tener vocación? La vocación es un don muy grande que transforma a un hombre corriente en elegido de Dios, pero este gran cambio puede ser sólo interior. Hay vocaciones donde se busca la santidad precisamente en la vida ordinaria
 
B. ¿CÓMO ES LA VOCACIÓN?
 
6. ¿Cómo saber si se tiene vocación? Dios nuestro Señor hace oír su voz de varias maneras: en un rato de oración, a través de las palabras de una persona o de un libro, etc. Suele surgir una inquietud que, si perdura un poco, será buena señal de que Dios desea algo. Desde luego, habrá que consultar a personas entendidas. Por ejemplo, si se trata de vocación a carmelita, habrá que comentarlo con carmelitas.
 
7. ¿Cuál sería el proceso interior de una vocación? Se puede resumir así: en primer lugar Dios nuestro Señor agranda el corazón del elegido. Esta persona descubre en su interior un nuevo afán de amar a Dios y al prójimo, y responde afirmativamente a la llamada divina. Entonces el Señor premia la entrega generosa de la vida con los dones propios de esa vocación y con una mayor capacidad de amor que Él llena. Y el corazón rebosa de alegría.
 
8. ¿La vocación y el amor se relacionan? La vocación está muy ligada al amor. Es prueba del amor de Dios al elegido, y requiere que el escogido ame a Dios y a los demás:
  • La vocación lleva consigo muchos dones que son un gran bien para la persona elegida. Quien recibe una vocación divina puede estar seguro de que Dios le ama especialmente.
  • La vocación es una llamada que exige una respuesta generosa por parte del elegido, que deberá prescindir de otros planes para dedicar sus energías a la nueva tarea encomendada. La aceptación de la llamada es consecuencia del amor a Dios y deseo de servirle.
  • La vocación es una llamada para realizar una tarea especial. Y esta misión siempre incluye contagiar a otros el amor divino.
  • Con la vocación el Señor otorga las gracias necesarias para llevar a cabo la misión correspondiente. Por tanto, la vocación ensancha el corazón del elegido haciéndolo apto para recibir un mayor Amor divino que luego deberá difundir.
9. ¿Cuáles son los dones propios de una vocación?

En general el mayor amor de Dios en el alma que proporciona una alegría especial y una capacidad mayor de contagiar ese amor a otros. Además, con la vocación se reciben los dones necesarios para cumplir la nueva misión encomendada. Por ejemplo, el Papa al ser elegido recibe el don de la infalibilidad, necesario para guiar a los cristianos.

10. ¿Qué sucede a quien responde negativamente a la llamada divina?

Se queda triste. Pues su corazón había recibido una mayor capacidad de amor que no fue llenada. Es tristeza similar a la del egoísta que empequeñece su corazón.



La vocación: un llamado al servicio de Dios

Esta pregunta es de importancia e interés perenne: ¿cómo puedo saber si tengo vocación al sacerdocio o a la vida religiosa? Es un error creer que tal vocación debe ser tan absoluta y clara que apenas deja lugar para el libre albedrío. Existen ciertas condiciones absolutas para una vocación, condiciones sin las cuales se puede estar seguro que Dios no lo llama a uno. Otras señales son inherentes a la libre voluntad y dependen de ella, pero son inspiradas por la gracia de Dios como invitación a seguirle, las cuales son:
1. Buena salud. Puesto que la vida religiosa exige grandes esfuerzos físicos, es necesario tener una buena salud.
2. Talentos ordinarios. Debe tener el candidato al menos habilidades ordinarias para seguir una vocación religiosa.
3. Independencia razonable. Si está obligado a cuidar de los padres, por ejemplo, esa persona no está libre para entrar al estado religioso.
4. Piedad normal. Si no tiene, cuando menos, una devoción ordinaria a las prácticas religiosas, difícilmente podrá adaptarse a los extraordinarios ejercicios religiosos de un sacerdote o monje.
Aparte de estas cualidades esenciales, están las que dependen y son inherentes al libre albedrío, pero que las inspira Dios para seguirle:
1. Un espíritu de sacrificio: la capacidad para poder abandonar los bienes inferiores, aunque más atractivos, a favor de los bienes superiores espirituales.
2. Un espíritu de celo: aquella forma especial de la caridad que inspira querer hacer algo para salvar almas.
3. Un espíritu de desinterés: el poder que capacita a una persona para estar en el mundo, pero no ser parte del mundo. Un religioso debe ser capaz de controlar sus emociones y, si es necesario, suprimirlas. Debe estar dispuesto a permanecer el resto de su vida en el celibato.
4. Un deseo de ser religioso: o la convicción de que el camino más seguro para salvar su alma es entrando al estado religioso.
La presencia de estas ocho señales es una indicación de que uno está siendo invitado por Dios a ser uno de los suyos. Su presencia, sin embargo, nunca equivaldrá a un mandato seguro: la decisión siempre se deja a la libre voluntad. Una vocación es la voz de Dios, no mandando, sino llamando. Seguir este llamado es seguir el plan especial de Dios. Una vocación es el camino particular en la vida que traerá una de las felicidades más grandes sobre la tierra y en la eternidad.

Es difícil enumerar todos los dones y gracias que el Todopoderoso Dios derrama sobre un religioso. Todo en la vida religiosa tiende hacia la santificación personal y la salvación de otros: la frecuente recepción de los sacramentos, los ejercicios religiosos y las prácticas piadosas, las innumerables oportunidades para la práctica de la virtud, la sagrada regla y las costumbres de la orden o congregación, los períodos de soledad y silencio, la santidad de sus ocupaciones, los votos de pobreza, castidad y obediencia, las numerosas instrucciones espirituales...

San Bernardo nos dice que los religiosos viven más puramente, caen rara vez, se levantan con mayor facilidad, están dotados más copiosamente de la gracia, mueren con mayor seguridad y son recompensados con mayor abundancia. Una vocación religiosa es una gracia magnífica de Dios, pero es sólo el comienzo de una larga cadena de gracias con las que deben cooperar sirviéndole con amor y fervor. Al ser fiel a su vocación, el religioso es capaz de cambiar el mundo, de ganar el mundo para Cristo, de restaurar todas las cosas en Cristo.

Si tal es el valor de la vocación religiosa, ¿podemos acaso comprender el mérito de un llamado al sacerdocio? En verdad, ¿qué sería la Iglesia católica sin el sacerdote? El confesionario sería inútil, la iglesia estaría vacía, el púlpito estaría en silencio. En momentos de pena y en la hora de la muerte no habría nadie para dar consuelo y aseguranzas del amor y el perdón divino. ¡Nunca antes ha habido tal necesidad por los sacerdotes, y nunca ha habido tal escasez de ellos!

La vida religiosa o sacerdotal parece ser difícil. Si confiamos en nuestras fuerzas, seguramente lo será. Se necesita la confianza en la bondad y el poder de Dios, cuya gracia siempre basta para cumplir lo que pide. Esta confianza se ganará con la oración ferviente. Debemos orar para conocer y hacer la voluntad de Dios, y debemos pedir por la gracia para llevarla a cabo rápidamente. Demorar la vocación sin una razón suficiente es arriesgar la invitación especial de Dios.

Alguien que se sienta llamado al sacerdocio o a la vida religiosa debería buscar el sabio consejo de un confesor o sacerdote. En la decisión de la vocación, lo esencial es entender qué es la voluntad de Dios, no necesariamente lo que a uno le gusta más. El joven rico del Evangelio ciertamente amaba a Dios, guardaba los mandamientos y era amado en gran manera por Nuestro Señor. Pero en su apego a las riquezas, rechazó el llamado de seguir a Cristo y “se fue triste.” Quiera Dios concederle a muchas almas la generosidad y dedicación necesarias para satisfacer las necesidades de nuestros tiempos. ¡He aquí, la cosecha es grande, y pocos los labradores!

Oración para escoger el estado de vida

Oh Dios mío, Tú que eres el Dios de sabiduría y del buen consejo, Tú que lees en mi corazón el sincero deseo de agradarte a tí solo y de hacer todo conforme a Tu santa voluntad en cuanto a mi decisión sobre el estado de vida; por la intercesión de la Santísima Virgen, Madre mía, y de mis santos patronos, concédeme la gracia para saber qué vida he de escoger, y para abrazarla una vez conocida, a fin de que así pueda yo buscar Tu gloria y merecer la recompensa celestial que has prometido a los que hacen Tu santa voluntad. Amén.

(Indulgencia de 300 días una vez al día —Papa Pío X)



fuente: http://www.cmri.org/span-09-vocation_call.html

Día de la Vida Consagrada







Miles de religiosos y religiosas celebran hoy, con toda la Iglesia, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
La Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II en 1997. 

“La Vida Consagrada es un don precioso y necesario”
“Los que viven una vida consagrada, siguiendo radicalmente a Jesús en la castidad, pobreza y obediencia,… son un don precioso y necesario”, ha señalado con rotundidad el Arzobispo de Barcelona, el Cardenal Lluís Martínez Sistach, en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial para la Vida Consagrada.
“Los religiosos y religiosas del mundo entero velan por la imagen divina deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas nuestros: rostros desfigurados por el hambre, por la violencia, por los abusos, por la injusticia, por la soledad, por la enfermedad, por la droga, por el sida, etc.”, ha remarcado el Cardenal de Barcelona a la vez que hacía notar, que este tipo de vida “para amar a Dios y a los hermanos con radicalidad es una vida que puede entusiasmar a muchos chicos y chicas”.
Como cada año, el día 2 de febrero, la Iglesia nos recuerda el valor de la vida consagrada y nos invita a reflexionar sobre el regalo que supone para la vida del mundo la realidad interpelante de hombres y mujeres consagrados. En la historia ha surgido una multitud inacabable de testigos que han narrado en primera persona su experiencia de Dios y se han entregado sin límite -hasta el martirio- a la causa de la justicia. Dios y la justicia de la mano en la confesión de la fe.
Estamos convencidos de que una nueva tierra tiene que labrarse para que nazca llena de colorido la justicia y haya pan abundante para todos.   Al margen de las sombras grises que nos acechan por el camino: falta de respeto a la vida, violencia y sufrimiento, guerras fratricidas, la vida consagrada reafirma su deseo de vivir con fidelidad a su Señor y de estar muy cerca de esta humanidad sufriente y desorientada para animarla en la esperanza. 
Nuestras comunidades de consagradas y consagrados encienden, en este día 2 de febrero, su candil de aceite, para elevar a las alturas su oración como incienso al caer la tarde. Rezad con nosotros.  Ahí estamos todos. 

Los cientos y cientos de consagrados y consagradas arrugados por el peso de la vida, enfermos y ancianos, que mantienen encendida su lámpara porque saben que su consagración se mantiene viva en su corazón.
Los cientos y cientos de consagrados y consagradas que cada mañana abren su ventana a la vida, después de haber tratado de amistad con Dios, para  mirar y escuchar los gemidos de esta dolorida humanidad.
Los cientos y cientos de consagrados y consagradas jóvenes con la sangre caliente que han decidido apostar por lo eterno, por lo sustancial, por el amor que nunca se acaba; que han declarado la batalla a lo superficial, a lo pasajero, a lo aparente para escalar alguna cima y contemplar el horizonte iluminado con la cara radiante. Su vida es Cristo y lo manifiestan porque no pueden callarlo. 
La vida consagrada se sabe invitada a atravesar las sendas martiriales del sufrimiento porque el amor le quema por dentro y no puede detener sus pies.

No queremos sentirnos víctimas sino testigos. No buscamos grandezas ni números sino entrega y gozo en el Señor Jesús para acompañar a los más pequeños y olvidados. No queremos sentirnos una casta religiosa especial sino unos hermanos pequeños y pobres que han puesto su grandeza en la entrega por amor. No buscamos privilegios ni rentas sino arrimar el hombro desde nuestras capacidades para que la dignidad del ser humano se eleve hasta las cumbres de la filiación divina.
Puedes contar con nosotro/as para celebrar lo humano y bendecir lo divino. Dios es nuestra mayor alegría, la mejor manera que tenemos de disfrutar de la vida y de sentirnos hombres y mujeres en plenitud. Nunca iremos contra nadie y nos tendréis siempre a vuestro lado allí donde estéis. Sabemos que no podemos solos pero contamos con la ayuda de Dios y con vuestra ayuda si nos tenéis como hermanos. Porque nuestra vida es Cristo y así lo queremos manifestar”.


Cultivar la semilla de la vocación

Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Misa celebrada en el Seminario romano.





15 de junio de 1997

1. «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra» (Mc 4, 26). La palabra «seminario» hace referencia a estas palabras de Cristo. El término latino seminarium proviene de semen, la semilla. Jesús, a propósito de la semilla arrojada a la tierra, dice que brota y crece, tanto cuando el hombre vela como cuando duerme: brota y crece de noche y de día. «La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano» (Mc 4, 28).
La analogía con la vocación sacerdotal se impone por sí misma. Es como la semilla de Dios, arrojada en la tierra del alma humana, que crece con una dinámica propia. Pero la semilla, para que crezca, debe ser cultivada. El hombre debe sembrar, y también velar para que se desarrolle la semilla: Es preciso impedir que las fuerzas contrarias, personas malignas o calamidades naturales, destruyan las plantitas que están creciendo. Y cuando han madurado, el hombre debe tomar la hoz, como afirma Cristo, pues el campo está listo para la siega (cf. Mc 4, 29).
En otra circunstancia Jesús afirma: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 37-38). También estas palabras hacen referencia al seminario, lugar donde se forman los obreros para la gran mies del reino de Dios, que se extiende a todos los países y continentes. Es conveniente que, al final del curso volvamos a escuchar hoy esta parábola de Cristo.
2. El Evangelio que acabamos de proclamar presenta también otra comparación, importante para vosotros que estáis a punto de concluir el año de formación en el seminario. Cristo pregunta: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?» (Mc 4, 30). Y responde: «Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después, brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas» (Mc 4, 31-32).
Son palabras que hacen referencia al libro de Ezequiel, del que está tomada la primera lectura. Los dos textos hablan de lo mismo: el desarrollo del reino de Dios en la historia del mundo. Y, según otra analogía, hablan también del desarrollo de la vocación sacerdotal en cada alma juvenil. Precisamente esta es la misión del seminario. Al final del año seminarístico, tenemos ocasión de analizar el gran trabajo realizado en estos meses por el Espíritu Santo en el alma de cada uno de los llamados.
Muchos, comenzando por los interesados, han colaborado con el Espíritu Santo, para que la semilla divina de la vocación pudiera madurar, favoreciendo el crecimiento del reino de Dios en el mundo. De este modo la Iglesia se consolida en el mundo, a semejanza del gran árbol de la parábola, cuyas ramas dan abrigo a las aves del cielo y al hombre cansado.
Esta parábola nos invita a considerar el trabajo anual del Seminario romano en la perspectiva misionera del crecimiento de ese árbol divino, que se desarrolla y se extiende progresivamente hasta abarcar a todos los países del mundo. Desde este punto de vista, el seminario de Roma desempeña un papel muy significativo, pues Roma, sede del Sucesor de Pedro, es el centro propulsor de la acción misionera en todos los lugares del mundo.
3. También san Pablo, en la lectura tomada de la carta a los Corintios, que acabamos de proclamar, nos brinda la oportunidad de ahondar en el tema de la formación sacerdotal. El Apóstol escribe: «Caminamos en la fe y no en la visión...» (2 Co 5, 7). Y añade: «Estamos llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor» (2 Co 5, 8). ¿Qué es la formación en el seminario, la instrucción y la educación que en él se reciben, sino una introducción a las virtudes teologales, que constituyen el fundamento de la vida cristiana y, en particular, de la vida sacerdotal? La mayor de ellas es la caridad (cf. 1 Co 13, 13). ¿No alude a la caridad el Apóstol, cuando dice: «Por lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos por agradarle»? (2 Co 5, 9).
Al final del año académico, el Apóstol parece plantearos a cada uno de vosotros, queridos jóvenes, estas preguntas: ¿Cuánto ha contribuido este año al desarrollo de la fe, la esperanza y la caridad? ¿Cuánto ha contribuido a la profundización de los dones del Espíritu Santo, la sabiduría, la inteligencia, el consejo, la fortaleza, la ciencia, la piedad y el amor de Dios? ¿Cuánto ha arraigado este organismo divino en nuestro organismo espiritual, en las fuerzas cognoscitivas del entendimiento y en las aspiraciones de nuestra voluntad?
«Porque todos tendréis que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir premio o castigo por lo que hayamos hecho mientras teníamos este cuerpo» (2 Co 5, 10). El examen de conciencia de cada día y de cada año debe realizarse en esta perspectiva escatológica. Es preciso pedir perdón por todas nuestras negligencias, pero sobre todo es necesario dar gracias. A esto nos invita también la liturgia de hoy con las palabras del Salmo: «Es bueno dar gracias al Señor y cantar para tu nombre, oh Altísimo» (Sal 92, 2). Cantar y dar gracias por todo lo que, con la gracia de Dios y nuestra colaboración, ha sido fruto de este año de seminario.
Hoy nos encontramos en la colina del Vaticano, en la gruta de la Virgen de Lourdes. Resuenan en nuestro espíritu las palabras del Salmo:
«El justo crecerá como palmera, se alzará como cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios» (Sal 92, 13-14).
Ojalá que estos versículos nos ayuden a meditar en nuestra vocación al servicio del Evangelio.
Que nos acompañen y nos sirvan de apoyo los santos apóstoles Pedro y Pablo, y todos los santos y beatos de la Iglesia que está en Roma, luminosos ejemplos que nos han precedido en el camino del seguimiento fiel de Cristo, en el esfuerzo diario por construir el reino de Dios.

Oración por las vocaciones a la vida consagrada.


Únete a nosotras para pedir al Dueño de la mies que envíe,obreros a su mies. (Mt.9.38).
¿Te nos únes?...
solo tienes que adorar al Santísimo Sacramento del Altar y pedirle que te ayude a descubrir tu propia vocación.
Puedes hacer tambien tu pedido de oración en la sección de comentarios
nosotras hacemos oración por las intenciones y necesidades de todos los que se encomiendan a nuestras oraciones y visitan nuestro sitio.

Señor, danos vocaciones
¡Oh Jesús!
Pastor eterno de las almas,
dígnate mirar
con ojos de misericordia
a tu pueblo amado.
¡Señor!
danos vocaciones,
danos sacerdotes, religiosos
y consagrados santos.
Te lo pedimos por la Inmaculada
Virgen María
tu dulce y Santa Madre.

¡Oh Jesús!, danos sacerdotes,
religiosos y consagrados
según tu corazón.




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