Miles de religiosos y religiosas celebran hoy, con toda la Iglesia, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada
La Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II en 1997.
“La Vida Consagrada es un don precioso y necesario”
“Los que viven una vida consagrada, siguiendo radicalmente a Jesús en la castidad, pobreza y obediencia,… son un don precioso y necesario”, ha señalado con rotundidad el Arzobispo de Barcelona, el Cardenal Lluís Martínez Sistach, en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial para la Vida Consagrada.
“Los religiosos y religiosas del mundo entero velan por la imagen divina deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas nuestros: rostros desfigurados por el hambre, por la violencia, por los abusos, por la injusticia, por la soledad, por la enfermedad, por la droga, por el sida, etc.”, ha remarcado el Cardenal de Barcelona a la vez que hacía notar, que este tipo de vida “para amar a Dios y a los hermanos con radicalidad es una vida que puede entusiasmar a muchos chicos y chicas”.
Como cada año, el día 2 de febrero, la Iglesia nos recuerda el valor de la vida consagrada y nos invita a reflexionar sobre el regalo que supone para la vida del mundo la realidad interpelante de hombres y mujeres consagrados. En la historia ha surgido una multitud inacabable de testigos que han narrado en primera persona su experiencia de Dios y se han entregado sin límite -hasta el martirio- a la causa de la justicia. Dios y la justicia de la mano en la confesión de la fe.
Estamos convencidos de que una nueva tierra tiene que labrarse para que nazca llena de colorido la justicia y haya pan abundante para todos. Al margen de las sombras grises que nos acechan por el camino: falta de respeto a la vida, violencia y sufrimiento, guerras fratricidas, la vida consagrada reafirma su deseo de vivir con fidelidad a su Señor y de estar muy cerca de esta humanidad sufriente y desorientada para animarla en la esperanza.
Nuestras comunidades de consagradas y consagrados encienden, en este día 2 de febrero, su candil de aceite, para elevar a las alturas su oración como incienso al caer la tarde. Rezad con nosotros. Ahí estamos todos.
Los cientos y cientos de consagrados y consagradas arrugados por el peso de la vida, enfermos y ancianos, que mantienen encendida su lámpara porque saben que su consagración se mantiene viva en su corazón.
Los cientos y cientos de consagrados y consagradas que cada mañana abren su ventana a la vida, después de haber tratado de amistad con Dios, para mirar y escuchar los gemidos de esta dolorida humanidad.
Los cientos y cientos de consagrados y consagradas jóvenes con la sangre caliente que han decidido apostar por lo eterno, por lo sustancial, por el amor que nunca se acaba; que han declarado la batalla a lo superficial, a lo pasajero, a lo aparente para escalar alguna cima y contemplar el horizonte iluminado con la cara radiante. Su vida es Cristo y lo manifiestan porque no pueden callarlo.
La vida consagrada se sabe invitada a atravesar las sendas martiriales del sufrimiento porque el amor le quema por dentro y no puede detener sus pies.
No queremos sentirnos víctimas sino testigos. No buscamos grandezas ni números sino entrega y gozo en el Señor Jesús para acompañar a los más pequeños y olvidados. No queremos sentirnos una casta religiosa especial sino unos hermanos pequeños y pobres que han puesto su grandeza en la entrega por amor. No buscamos privilegios ni rentas sino arrimar el hombro desde nuestras capacidades para que la dignidad del ser humano se eleve hasta las cumbres de la filiación divina.
Puedes contar con nosotro/as para celebrar lo humano y bendecir lo divino. Dios es nuestra mayor alegría, la mejor manera que tenemos de disfrutar de la vida y de sentirnos hombres y mujeres en plenitud. Nunca iremos contra nadie y nos tendréis siempre a vuestro lado allí donde estéis. Sabemos que no podemos solos pero contamos con la ayuda de Dios y con vuestra ayuda si nos tenéis como hermanos. Porque nuestra vida es Cristo y así lo queremos manifestar”.
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