Vocación de Samuel



   ¿Quién es Samuel?


Es significativa su experiencia vocacional. Era un buen muchacho que fue llevado al templo para servir de acólito; y lo hacía con diligencia, pero sin tener experiencia de Dios. Para él era válida también la afirmación de que “en aquel tiempo era rara la palabra de Dios”.

Sin embargo, Samuel, que respetaba reverentemente a Elí, estuvo dispuesto a levantarse hasta tres veces de noche para atenderle, al escuchar aquellas misteriosas llamadas. Tenía un fondo de prontitud, de disponibilidad. Tal vez, no rezaba mucho, pero a través de las mediaciones religiosas de su familia conservaba un gran sentido de Dios y de la autoridad. Por eso estuvo dispuesto a repetir una frase, que Elí le sugirió: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Es singular la fuerza de esa expresión. Samuel la recibió de Elí, que a su vez la había recibido de la tradición religiosa de Israel: Habla (es Dios quien habla), tu siervo escucha (el hombre es ante todo, escucha). Es una frase muy breve que describe el núcleo de la antropología teológica: el hombre es escucha de una palabra que Dios pronuncia.

De este modo Samuel pasa de una experiencia buena, de servicio, a una profunda conciencia del misterio del diálogo entre el hombre y Dios. El hombre es acogida y Dios es iniciativa, palabra, comunicación de sí mismo. Es el misterio de la vocación.


¿Cuándo tiene lugar su vocación?

La vocación de Samuel sucede en tiempos en que “era rara la Palabra de Dios y no eran corrientes las visiones” (1 Sam 3,1). Hay, en efecto, tiempos de poca familiaridad con la Palabra de Dios. Esa falta de profecía crea una situación dolorosa, que nosotros también podemos constatar en nuestro tiempo y lamentablemente sabemos de sus consecuencias.

A Samuel le llegó la llamada desde su familia, por la oración de su madre (Cf. 1 Sam 1,11). Este es un elemento muy importante, que también se da en otras llamadas. Por ejemplo, no sabemos si los apóstoles de Jesús tuvieron o no una familia que los educara en un clima de anhelo de Dios, de oración y de entrega. Para algunas vocaciones es decisivo un ambiente familiar de oración y entrega al Señor. La madre de Samuel, por una parte, deseaba ardientemente a este hijo; por otra, estaba totalmente dispuesta a ofrecerlo. He aquí dos elementos que a menudo van de la mano de muchas vocaciones individuales. El relato subraya, por tanto, la preparación remota de la vocación en la que Dios muestra su forma de actuar.

Y destaca también cómo Samuel va entendiendo la llamada poco a poco, cada vez más claramente. En el episodio nocturno, Samuel recibió la llamada no cuando estaba rezando, sino cuando estaba durmiendo. Antes no había mostrado ni deseo ni especial interés por buscar a Dios. Pero Él se le adelanta e insiste en llamarle. Sólo a la tercera vez, Samuel se dará cuenta de que se trata de una palabra de Dios. Esto le pasará más veces y de distintos modos a lo largo de su vida.

Llama la atención que todo el episodio se basa en un equívoco: Elí no comprende lo que está sucediendo y sólo poco a poco se irá revelando el sentido de los acontecimientos. Es el misterio de la paciencia y de la perseverancia de Dios en la búsqueda de lo que nos va revelando poco a poco.


¿Quién llama a Samuel?

Samuel es un niño que acabará entendiendo que ha sido llamado por el mismo Dios. No fue la suya una reacción provocada por el ambiente, ni tampoco por las situaciones. Quien llama es Dios mismo con su Palabra misteriosa y repetida. En la historia de Samuel, la iniciativa de Dios ocupa siempre el primer plano. Dios puede y quiere manifestarse inmediatamente al hombre.  Es uno de los pilares de la comprensión bíblica:

·         Dios quiere acercarse al hombre y entrar en diálogo con él.
·         El hombre es el que está llamado a hacerse disponible al diálogo.


¿Para qué lo llama Dios?

Es la pregunta más difícil de contestar. La visión del capítulo 3 sólo en parte responde a esta pregunta. En aquel momento concreto, a Samuel se le requiere exclusivamente para trasmitir un oráculo de Dios: “Tú  le anunciarás que yo condeno su casa para siempre.” (Cf. I Sam 3,11-14). Podemos entender dos finalidades de esa llamada del Señor:

·         Para ser adulto

Se trata de un oráculo general y bastante embarazoso para Samuel. Era de esperar un oráculo de futuro, de promesa; sin embargo, se trata de una amenaza particular, en relación a un caso doloroso.

Samuel niño había vivido hasta este momento bajo Elí, en minoría de edad, en obediencia y, quizás en el miedo a expresarse. Ahora, el Señor le pide que tome posición como adulto, que sepa decir cosas desagradables. Es una etapa decisiva para la existencia de una persona el pasar de una condición pasiva a una condición activa en la que es preciso afrontar situaciones difíciles, saliendo de un esquema recibido.

Y es que en esto consiste precisamente la misión profética: No contentarse con lo que piensa la opinión común, sino tener la libertad y el coraje de pronunciar, cuando es necesario, palabras distintas e incómodas. Naturalmente se necesita una particular gracia de Dios y esta es la gracia con la que comienza la misión profética de Samuel.

·         Para unir al Pueblo

Pero podemos ver más en profundidad “para qué es llamado”, si analizamos y contemplamos globalmente su vida (Cf. 1 Sam 7,5; y el capítulo 8 en particular). Se siente llamado sobre todo y principalmente a congregar y a unir al pueblo. Samuel es un instrumento de unidad para su pueblo. Esto nos parece fundamental para entender cualquier vocación. La vocación es siempre un medio de unión, de estímulo, de fomento del deseo de unidad y de fraternidad del pueblo de Dios.

Samuel es llamado a reunir a su pueblo por la acción directa (administración de la justicia), y también por medio de la súplica y de la oración. Pero además de ser llamado para cosas tan claras y evidentes como éstas, también se le llama para otras no tan claras y que quizás nunca se le pasaron por la cabeza. Se le elige para efectuar la transición de una época a otra y para ungir a dos reyes; las circunstancias así se lo imponen.

Samuel fue un hombre completamente entregado a interpretar la voluntad de Dios para el pueblo. Toda su actividad no fue sino un esfuerzo por entender qué es lo que Dios quería, para hacérselo saber  al pueblo e intentar que lo sintiese. En tiempos de Samuel, todos en Israel estaban llamados a ser conscientes de su unidad, de su dignidad y fraternidad. Sin embargo, sólo Samuel encarna esta conciencia de Israel ante Dios. Su misión es para todos; todos; todos se reconocen en él, se dan cuenta de que él cumple y llena de contenido la llamada fielmente, dejando al lado todo interés personal. La mayor alabanza que el pueblo le hace es que nunca se ha buscado a sí mismo, que siempre se ha entregado al bien de todos (Cf 1 Sam 12,1 ss).

Estos elementos sociales tienen mucha importancia cuando se trata de resaltar un valor peculiar de la vocación divina. Es una vocación por la que Dios manifiesta a un grupo su voluntad, una vocación en la que el grupo se reconoce. Pero esta manifestación llega a través de un individuo concreto. Esta dialéctica entre grupo e individuo está también presente en el Nuevo Testamento. Es la dialéctica de Dios.

Todos reciben una vocación, todos son llamados a ser hermanos, a estar unidos, a ser hijos de Dios. Pero el Señor se sirve de algunos hombres para que tengan una conciencia más viva, la transmitan a los demás y estos puedan verla en ellos y ser igualmente conscientes. Al observar a Samuel, todas y cada una de las tribus de Israel eran conscientes de la urgencia de salir de su aislamiento y de su egoísmo tribal para unirse a las demás.



Cita Bíblica

   Como Ana era estéril y no tenía hijos suplicaba a Dios llorando que le concediera la gracia de concebir uno. Vino Ana al Templo con el corazón lleno de amargura, y oró al Señor derramando copiosas lágrimas. E hizo un voto diciendo:

    - Señor de los ejércitos, si te dignares volver los ojos para mirar la aflicción de tu sierva y te acordares de mí y dieres a tu sierva un hijo varón, lo entregaré al Señor por todos los días de su vida.
    Tiempo después nació Samuel.  Por aquel entonces el juez y Sumo Sacerdote de Israel se llamaba Helí y residía en Silo, porque era allí donde estaba el Arca de la Alianza.  Sus hijos le ayudaban en el templo y, a pesar de las órdenes y consejos de su padre, cometían muchos abusos en el servicio de Dios y al pueblo.
    Apenas Samuel empezó a andar Ana lo llevó a Helí, quien lo aceptó y lo puso a su servicio.
    Una noche, mientras dormía, oyó una voz que lo llamaba por su nombre:
    -¡Samuel! ¡Samuel!
    -¡Aquí estoy, señor! -contestó acudiendo rápidamente donde estaba Helí. Éste le dijo que no lo había llamado y que volviera a la cama.  Así ocurrió por tres veces y a la tercera Helí sospechó que era Dios quien lo llamaba y le dijo cómo tenía que responderle.  Cuando de nuevo oyó su nombre, Samuel contestó:
    -Habla, Señor, que tu siervo escucha.
    Y Dios le manifestó los castigos que iba a aplicar a la casa de Helí por culpa de los abusos de sus hijos.  Por la mañana se lo contó todo y Helí aceptó la voluntad de Dios.
    Debido a que los filisteos tenían concentradas sus tropas para atacar Israel, el Consejo de Ancianos pidió que fuera llevada el Arca de la Alianza al campo de batalla para que Dios les diera la victoria.  La transportaron los hijos de Helí y a lo largo de la batalla, como muchos otros hallaron, la muerte en la derrota, cayendo el Arca en poder de los filisteos.  Helí, al recibir la noticia de la muerte de sus hijos, sufrió tal impresión que cayó de espaldas Y murió también.  Así se cumplió lo anunciado por Samuel.
    Después de siete meses los filisteos devolvieron el Arca de la Alianza en vista de las desgracias que causaba en sus ciudades.  (1 Samuel 1-6)


 (Texto adaptado por D. Samuel Valero. Biblia infantil. Editorial Alfredo Ortells, S.L. Valencia. página 96) 


    SUGERENCIAS METODOLÓGICAS
            Objetivo.- Aprender las jaculatorias “Habla, Señor, que tu siervo escucha” y "Aquí estoy porque me has llamado".



Contenido.- El relato de la vocación de Samuel es tipo de la llamada divina a cumplir una misión, pues refleja perfectamente tanto la actitud de quien se sabe llamado, en este caso de Samuel, como las exigencias que Dios impone. En primer lugar presenta los protagonistas -el Señor, Elí y Samuel- y las circunstancias que rodean el acontecimiento: la noche, cuando todos duermen, el Templo, el Arca y la lámpara de Dios, todavía encendida, indican que aquello es extraordinario y viene sólo de Dios. La segunda escena es un delicioso diálogo entre el Señor y Samuel, y entre Samuel y Elí, que culmina en una fórmula sublime de disponibilidad: "Aquí estoy porque me has llamado". La tercera escena refleja la doble función del profeta, que inicia de forma solemne Samuel: escuchar atentamente a Dios y saber transmitir fielmente el mensaje recibido, aunque resulte severo a sus oyentes inmediatos.


La última escena es un resumen de lo que será la actividad profética de Samuel. Se inicia así la nueva etapa del pueblo en la que Dios dará a conocer su palabra a través de los profetas que, como hombres de Dios, interpelarán al pueblo, a los sacerdotes y hasta al mismo rey.


(Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. Sagrada Biblia. Libros históricos. Página 271. Nota 3, 1-21. EUNSA. Pamplona.)





Actividades.-


1. Formar equipos y leer este texto.


2. Los secretarios escriben las respuestas a estas preguntas:


a) ¿Qué le pidió Ana a Dios?


b) ¿Qué hacían los hijos de Helí?


c) ¿Qué le pasó a Samuel mientras dormía?


d) ¿Qué les ocurrió a los filisteos?


3. Los secretarios leen las respuestas.

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