l Papa Francisco sostuvo un encuentro con religiosas de la diócesis de Roma en el Aula Pablo VI en el Vaticano. Respondiendo a las preguntas de las asistentes, el Pontífice se refirió, entre otros, a tres temas esenciales para estas mujeres: la obediencia, la maternidad y el rol que juegan en la Iglesia para explicitar el llamado genio femenino.
Sobre el primer tema el Santo Padre explicó que “el misterio de Cristo es un misterio de obediencia y la obediencia es fecunda”.
“Es cierto que como toda virtud, como todo puesto teológico, lugar teológico, puede ser tentada y se convierte, no sé, en una actitud disciplinaria… Pero la obediencia en la vida consagrada es un misterio. Y así como he dicho que la mujer consagrada y el icono de María es de la Iglesia, podemos decir que laobediencia es el icono del camino de Jesús”.
“Cuando Jesús se encarnó por obediencia, se hizo hombre por obediencia, hasta la cruz y la muerte. El misterio de la obediencia no se entiende si no es a la luz de este camino de Jesús; el misterio de la obediencia es un asemejarse a Jesús en el camino que Él ha querido hacer. Y los frutos se ven”.
Para el Papa Francisco “lo esencial del papel de la mujer va, lo diré en términos no teológicos, en ayudar a que ella exprese el genio femenino”.
Francisco habló sin papeles, improvisando. “Cuando me dicen: ‘¡No!, En la Iglesia las mujeres deben ser jefes de dicasterio, por ejemplo. Sí, pueden, en algunos dicasterios pueden, pero esto que pregunta usted es un simple funcionalismo”, señaló.
Esta cuestión también se puede aplicar a la dirección espiritual, que “no es un carisma exclusivo de los presbíteros: es un carisma de laicos”, aseguró el Papa.
“En otra diócesis que tenía –dijo– siempre aconsejaba a las hermanas que venían a pedirme consejo: ‘Pero dígame, en su comunidad o en su congregación, ¿no hay una hermana sabia, una hermana que viva el carisma bien, una buena hermana con experiencia? Haga la dirección espiritual con ella”. Porque existe una diferencia entre confesor y director espiritual: al primero se le dicen los pecados, y al segundo “lo que sucede en la propia vida”.
Hablando luego sobre la clausura, sobre las religiosas contemplativas que viven dedicadas a la oración, el Papa afirmó que “no es un refugio” sino el campo de “batalla”, de “lucha”, en una armonía posible en el “delicado equilibrio” entre el esconderse y la visibilidad, una experiencia en la que dar lectura a los acontecimientos del mundo con un estilo orante para “llamar al corazón del Señor por esa ciudad”.
Por tanto, se vive “en esta tensión entre la vida oculta, la oración y escuchar las noticias de la gente”.
Dejando a un lado los “medios que funcionan con rumores”, las noticias “deben”, no solo “pueden entrar en el monasterio”: “una de las cosas que nunca, nunca deben dejar es un tiempo para escuchar a la gente. También en las horas de contemplación, de silencio… Algunos monasterios tienen el buzón de voz telefónico y la gente llama, pide oración por esto, por lo otro: esta conexión con el mundo es importante”.
“Si tiene que decir una verdad, la dice a la cara, pero con amor… que rece antes de hacer una reprobación y después pida al Señor ir adelante con la corrección. ¡Este es el amor concreto!”.
Sobre la vida en comunidad y la obediencia, el Pontífice aseguró que “no se puede vivir la vida consagrada sin la dimensión festiva”, que no significa hacer “ruido”, y pidió prohibir “las envidias y los celos”.
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